domingo, 25 de julio de 2010

Una dibujante enamorada.

No puedo perdonarte. Lo siento, pero no puedo. Lo que me hiciste fue… es… horrible. Te dije lo que sentía, lo mucho que te quería… lo mucho que te quiero… y tú, parado, quieto, no hiciste nada, no dijiste nada, tan sólo callaste.

Y yo soy idiota, muy idiota, porque no puedo perdonarte, pero tampoco puedo olvidarte. No puedo dejar de quererte cada día más, porque tú eres mi punto débil. Por ti me levanto cada mañana, por ti voy al colegio, por ti sigo viviendo. Porque te quiero y no lo puedo evitar. Porque aunque me hiciste mucho, muchísimo daño, no puedo evitar que se me acelere el corazón cada vez que ríes, cada vez que me miras y veo en tus ojos ese atisbo de… ¿dolor? Quizá lástima.

Y ahora voy aquí, en un autobús, sin compañía de nadie. Con mi cuadernillo abierto, garabateando sinsentidos, sinsentidos que siempre acaban de la misma forma: tú. Sin querer empiezo a perfilar tu nariz, tus ojos verdes, tu casual sonrisa, tu pelo, tus hombros… tú.

Sigo avanzando, mirando al exterior de vez en cuando, esperando verte en cualquier rincón, riéndote con tus amigos, para poder sonreír como solo tú consigues que lo haga.

Paso página tras página en mi cuadernillo de dibujo, donde sales tú, sólo tú, porque sólo por ti dibujo, al igual que sólo por ti vivo. Dibujo tras dibujo, trazo tras trazo, solo eres tú. Tú riendo, tú disfrutando, tú mirando al infinito y, por último, tú y yo. Mi fantasía, mi final feliz que nunca se cumplirá. Tú y yo.

Porque por eso te odio, porque te quiero. Porque no te puedo perdonar por hacerme quererte tanto y que no seas capaz de devolverme el cariño.

Entonces, me bajo del autobús. No es mi parada, lo sé, pero creo que debo hacer algo. Con el cuadernillo debajo del brazo, sigo andando. Miro a un lado y a otro, sin saber exactamente qué busco en la oscuridad. Avanzo. Entro por el portal, casualmente abierto. Subo piso tras piso, y me planto delante de tu puerta y lo oigo. Una monótona y repetitiva melodía en el piano… quizá acompañada de algún que otro suspiro. Sonrío y me preparo para hacer una locura, para hacer La Locura.

Llamo a tu puerta y ésta se abre. Entonces mi voz, entre llorosa y emocionada dice: “¿Se puede?”

1 comentario:

  1. Dirás que no escribes para agradar, pero estas pequeñas píldoras de lectura son de lo más agradable que te puedes llevar a los ojos. Sin duda escribes para sentir y los sentimientos, reales o no, se reflejan perfectamente en estros relatos.

    Qué bien se siente uno cuando descubre un sitio de calidad.

    ResponderEliminar