lunes, 6 de febrero de 2012

Tic, tac.

Es como estar nervioso todo el rato. Como si cada segundo fuese un cosquilleo en el estómago. Tic, tac. Me cuesta concentrarme. Mi cabez vuela a cada segundo. Tic, tac. Las ventanas prometen un exterior de risas. Miro al folio en blanco y suspiro. Tic, tac. Parece que nunca acaba de llenarse. Pasitos de color azul, uno detrás de otro: voy avanzando. Tic, tac. Y sigo, poco a poco, concentrándome en el trabajo. No es lo que ocupa mi pensamiento, sin embargo. Tic, tac. ¿Cuánto queda? ¿Dos horas? Tic, tac. No sé si voy a aguantar. Parece demasiado. Tic, tac. Termino. Sonrío. Tic, tac. El corazón me da un vuelco. Al fin llegó el momento. Tic, tac.

domingo, 5 de febrero de 2012

El Renacer y la Primavera anticipada

Dan igual el frío, el hielo de la noche, el cielo encapotado y los árboles desnudos. Dan igual el sol desganado o el insistente viento. Da igual el intenso azote del Febrero que ha seguido a un falso Enero. Da igual. Dan igual las narices enrojecidas por el frío, dan igual los contiuos estornudos y la desgana mañanera por salir de la cama. Da igual, porque para mí ya no es invierno: el invierno fueron los siete meses anteriores, yermos y baldíos, en los que la inspiración se me escapaba entre los entumecidos dedos, en los que el sol de Agosto nunca terminó de descongelar la escarcha de mi interior... Ahora es primavera, porque vuelvo a sentir el calor de la emoción dentro de mí, porque vuelven a surgir palabras inspiradas desde mis manos... porque aunque le cueste, el sol brilla más que antes...

No sabía si estaba preparado, me seguía escondiendo en mi tímido caparazón para no sufrir ningún daño... pero al fin me decidí, al fin salí... y mereció la pena... merece la pena volver a sentirse vivo, volver a escribir con ganas e inspiración al mismo tiempo... merece la pena, por esos ojos grises.

miércoles, 25 de enero de 2012

Uno entre seis millones

Desconcierto el de vivir
uno entre seis millones,
una mota, un punto pequeño
dentro de un gran sueño
donde nada es importante,
en la vana contingencia,
en la pura decandencia
de un no amanecer.
Vaivén, cambio, azar,
y el no poder saber
ni quién eres
ni qué buscas
ni qué te hará perecer.
Noche continua infinita,
noche confusa, sin luna,
que no es noche,
pero sí oscura
inseguridad:
pues nada es,
todo puede ser.
Con tu alma el miedo juega,
con tu incertidumbre disfruta
mientras tú te dices:
“Dime qué buscas
dime qué quieres
dime qué encuentras
entre las paredes
de tu mundo
de tu persona”.
Y no encontrar más respuesta
que la del terrible silencio
que al final te contesta
hasta que entiendes
que eres uno en seis millones,
que no quieres,
que no buscas,
que no encuentras...
tan sólo eres.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Recuperar las palabras

Es más difícil de lo que parece. Pasados unos meses, te acostumbras a vivir, a seguir adelante sin ellas; las palabras –las palarbas escritas– ya no parecen necesarias; eres capaz de rehacer tu vida sin ellas, y no parece tan malo. Pero había algo, algo distinto, algo vacío dentro de mí, una ligera angustia que no me abandonaba. ¿Por qué ya no necesito escribir? –me preguntaba– ¿por qué esta falta de inspiración? ¿por qué no necesito escribrir lo que siento? ... ¿o acaso no siento? ¿acaso no siento igual ahora que no escribo?

La verdad, no sé por qué dejé de escribir. Siempre había considerado que para mí escribir era una necesidad, que sin escribir no sentía, pero... es indudable que ahora siento, y no siento un vacío, ni soledad... siento el inconfundible calor de la compañía... compañía que no quiero dejar pasar sin sentir... sentir igual que antes... sentir escribiendo; escribir sintiendo.

No es fácil, sin embargo. No escribo como antes, y probablemente no siento como antes: todo es mucho más tosco: desentrenado. Las palabras y los sentimientos no fluyen como antes, y quizá sólo la asiduidad pueda devolvérmelo. Soy consciente de que será un largo camino, y de que las palabras no caen una sobre otra con facilidad sobre la pantalla como antes, pero ansío recuperar las palabras.

jueves, 23 de junio de 2011

No hay palabras

que puedan calmarme. Vuelve uno de esos días raros. Pocas cosas parecen tener sentido, raras situaciones te hacen ilusión... no estás triste, tampoco contento... ¿melancólico, quizá?... puede. No sé cómo expresarlo, y es realmente jodido, ¿sabes? Es uno de estos momentos en los que no sabes lo que te pasa, o realmente es que prefieres no saberlo, y quieres contárselo a alguien, pero no sabrías ni por dónde empezar. No hay palabras.

No quedan ya palabras de consuelo, tampoco de ánimo... y tampoco de pena. Simplemente, no quedan palabras... una eternidad condenado a sentir callado, a padecer en silencio... deprimente, ¿no? Sí. Bueno... tampoco es una eternidad... en realidad son unos días... en los que estaré bien a ratos, y mal de vez en cuando... es ley de vida, para que la vida valga la pena. Supongo que... seguiré adelante y en silencio hasta que pueda volver a hablar, hasta que tenga palabras otra vez, para dejarlas escapar y que con ellas marchen la desgana, la añoranza y algún arrepentimiento... y que con ellas vuelvan las ganas de buscar, encontrar y ser encontrado, como en su día volvieron, cuando parecía imposible.

jueves, 16 de junio de 2011

Bailé con la lluvia hasta el cuarenta de mayo

Pasó el cuarenta de mayo y las malas noticias y la impaciencia me dejaron intranquilo... ¿y ahora qué? pensaba ¿qué hacer ahora? bueno... puede que ya no llueva, puede que me haya quedado sin mi más fiel compañera, mi símbolo de libertad... pero yo sigo aquí, y he de hacer algo... no bailaré con la lluvia, pero seguiré siendo libre... y feliz.

Y a cuarenta y cuatro de mayo, la falta de lluvia me enloqueció; a cuarenta y cuatro de mayo, cometí una imprudencia; a cuarenta y cuatro de mayo, bajo el terrible sol de justicia del catorce de junio, "todo" acabó... ¿todo? no. No... no todo... habrá más lluvia, aunque no sea la de siempre... habrá más años... habrá más primaveras que me alegren el ánimo... y el recuerdo de ésta siempre estará conmigo... aunque al principio haga daño.

lunes, 13 de junio de 2011

No me consuela

"Conozco muchos casos iguales", me dijo. "Me da igual", pensé. No me importa que haya más gente como yo, es inútil pensar eso. ¿Qué consuelo me da que haya otros que lo pasan mal por la misma razón que yo? ¿Acaso me sirve de algo saber que pertenezco a un grupo de gilipollas que, como yo, pensaron que en su momento podrían soportarlo, hasta que se dieron cuenta de lo que dolía? No, no me sirve para nada. Duele igual. Duele igual... no me consuela.