lunes, 30 de mayo de 2011

Bailaré con la lluvia hasta el cuarenta de mayo

Chaparrón de mayo. Ecos de tormenta. Huellas de lluvia por las calles de Madrid. Miles de espejos de agua reflejan el alternante cielo, ni cubierto ni despejado. Un cierto olor a húmedo deambula por el aire, entrando en los pulmones de la gente, que inspira profundamente, intentando captar al máximo el embriagador aroma de la tierra mojada. Días preveraniegos, coronados con una angustiosa incertidumbre que frena el ritmo, y una agónica anticipación que acelera nuestras acciones.

Primeras gotas qeu se precipitan. Gente que se resguarda en los soportales, en tiendas y establecimientos. Permanezco de pie, en medio de arenal, sintiendo los primeros atisbos de la tímida lluvia acariciar mis brazos. Cada vez los proyectiles de agua caen con más frecuencia, precipitándose y rebotando con furia contra el suelo. Sigo sin moverme, me mantengo de pie hasta que la lluvia forma una densa cortina que no deja ver más allá, hasta qeu las letras de los carteles se notan borrosas y parecen distntes, hasta que sólo somos yo y el agua que baila conmigo.

Me abandono al sentimiento de libertad que supone sentir mi ropa, mi pelo y todo mi cuerpo empapado. No hay nada más. No hay preocupaciones, no hay agonías... tan sólo somos yo y la lluvia, que me limpia por dentro y me renueva. No pienso. No quiero pensar qué pasará cuando llegue el cuarenta de mayo, cuando cesen estas intermitentes aguas torrenciales, y vuelva a estar solo. No lo sé. No quiero saberlo. Hasta entonces, seguiré bailando con la lluvia.

lunes, 16 de mayo de 2011

¡Expecto patronum!

Frío. Oscuridad. Empiezo a temblar. Noto una horrible presencia. Una presencia que me sigue, me acosa, me hiere el alma. Duele, quema, y al mismo tiempo hiela. Lo siento por todas partes, y no hay ninguna salida por la que escapar. La angustia me llena, y es entonces cuando siento una siniestra mano que me roza el corazón, como tanteando, para acabar aferrándose hasta él, helando toda la sangre de mi cuerpo.

Me siento morir, parece que ya no me queda nada por lo que luchar, y entonces recuerdo. Recuerdo. Como con un fogonazo, mi memoria se ilumina con la luz naranja de una tímida farola de la noche madrileña. Una leve brisa mueve el agua del estanque, y un escalofrío que nada tiene que ver con el frío recorre mi piel. Recuerdo. Recuerdo el tímido avanzar de mis palabras, que se atropellan al llegar a mi lengua, para escapar con un leve balbuceo. Recuerdo el olor de la cerveza que había entre nosotros, y el gracioso tintineo que hizo al tambalearse sobre el granito. Recuerdo la peligrosa naturalidad de una cabellera morena y rizada, y el indefinible matiz gris de esos ojos, entonces fijos en mí. Recuerdo, por último la tímida sonrisa que me dijo: sí, ahora... es ahora. Ya sólo tengo el recuerdo de cómo cerré los ojos, y una explosión surgió del latido de mi corazón.

Siento esa misma explosión ahora, acompañada de un estallido de luz azul plateada, que se escapa con una elegancia felina, y huye acosando al agente de mi angustia. Sonrío. Suspiro. Cierro los ojos, tranquilo. Ya se ha ido. Ya ninguna garra oprime mi corazón. El artificio engendrado por mi creativo y cruel inconsciente se ha ido. Ya no queda nada de lo que temer. La realidad vuelve a tener cierta claridad, retirado el paranoico velo que me cubría, todo parece mucho menos grave. Todo parece mucho más tranquilo. Todo es mucho mejor. Sonrío otra vez, y pienso en que estaré protegido mientras tenga este patronus. Mi patronus.

domingo, 8 de mayo de 2011

At first sight and The Green

It was that time. At that moment, they were green - bright green, just as the growing leaves of a bush at the beginning of the spring. I saw them, I liked them, I got fascinated by them. I couldn't believe it, how could they be that green? It seemed incredible, almost unnatural for them to be like that.

I kept them with my memories, in some deep place in my mind, to get sure I'd never forget them, although it already seemed quite difficult. It was another day, quite a different day. Just walking, side by dide with a friend, and then said: "Look, pay attention, if you are carefull, you'll be able to see them, they are amazing... never seen anything like those...". Then I saw them again, and so she did...

"They are not desgusting, but... quite normal... nothing from another world" She told me. And she was right... but I couldn't belive it... I didn't want to believe it. Were they just a fantasy? a bad taste joke made by my mind? "It must have been the lights... yeah, the lights, that's it, the lights messed up their real colour... they are green, like in my memories" ... I finally refused to believe it. They were always going to be The Green... and still now, when I know how wrong I was back then, I still refer them as The Green. Even now, when I know they haven't got a defined colour... because they change every day, every hour, every minute... and even though I don't know if I'll ever see that first green again... I don't care, because every colour they take, seems even more beautiful in its own way than the one before.

martes, 3 de mayo de 2011

"Ahora alguien lo tendrá muy difícil si quiere ligar contigo"

Uno tras otro, subo los escalones. Dejo que la suavidad de las escaleras de mármol se deslice bajo mis pies mientras asciendo, con una curiosa sonrisa en los labios. Clase nueva. Algo nuevo. Un pequeño cambio en mi rutinaria monotonía, que se ha visto privada de la última cosa que me distraía. Llego a mi piso, y me detengo delante de mi antigua clase. La veo vacía, con las luces apagadas y una pequeña sensación de añoranza se extiende por mi cuerpo. Suspiro y miro a la izquierda. Un angosto pasillo, pobremente iluminado por la luz que atraviesa una traslúcida lámina de vidrio, se presenta ante mis ojos. Avanzo y siento un pequeño cosquilleo me domina. Me paro brevemente y sonrío. Este camino me recuerda a uno muy similar, para recorrer el cual he buscado mil y una excusas, a cada cual más inverosímil. Recuerdo: A partir de ahora, si alguien quiere ligar contigo lo tendrá muy difícil. Sigo avanzando y abro la puerta. Encuentro a mis compañeros, los de siempre, pensando en nuevas disposiciones, en sitios donde sentarse al más puro estilo del Doctor Sheldon Cooper; teniendo en cuenta la brisa que entra por la ventana, la distancia a la pizarra, lo cubierto o expuesto que queda un sitio de la inquisitiva mirada de cualquier profesor, y la gente que pudiera sentarse a su lado. Sonrío, divertido, y pongo mi mochila en la primera fila, delante del profesor, como siempre. Y así es como transcurren las tres horas siguientes: como siempre.

Suena la campana que marca el recreo y noto que a este sonido ya no le acompaña nada especial, ya no significa nada diferente. Bajo las escaleras, dejando resbalar otra vez mis pies sobre la suavidad marmórea de los escalones, y llego al primer piso. Suspiro y miro hacia un angosto pasillo, pobremente iluminado por la luz que atraviesa una traslúcida lámina de vidrio. Suspiro. Ojalá tuviese que volver a inventarme alguna de aquellas inverosímiles excusas para atravesar ese angosto pasillo. Ojalá no tuviese la sensación de que la abrumadora rutina me está volviendo a dominar. Ojalá el final de ese pasillo no estuviese tan erróneamente ocupado por estudiantes de Biología, Química, Física, o incluso Dibujo Técnico... porque echo de menos el juguetón cosquilleo que causaba en mí una sonrisa al cruzar ese pasillo, echo de menos la indecisión que me causaba ver esa puerta cerrada, echo de menos el relajado ambiente que se respiraba tras atravesar el final de ese oculto pasadizo... y ya no puedo vivir nada más que en el lejano recuerdo que me asalta cuando cruzo el estrecho corredor hasta mi clase, que me recuerda que voy a echar terriblemente de menos ese paseo, unos metros más abajo. Lo voy a echar de menos. Les voy a echar de menos.