miércoles, 21 de abril de 2010

¿Por qué nos refugiamos en cosas virtuales?

Es curioso cómo los pequeños gestos, las pequeñas acciones, son aquellas que más sensación de seguridad nos dan. Cuando hablamos en público, nos apresuramos a cruzar las piernas, a poner los brazos cruzados sobre el pecho, o a meternos las manos en los bolsillos. Estas posiciones, estos gestos, si bien inconscientes, e irracionales, son los que más nos protegen del ridículo, los que nos cuidan frente a las grandes audiencias.

Completamente irracionales e incomprensibles, estos gestos. Fijaros en que frente a un ataque real estas posturas no sirven de nada, y por tanto son defensas virtuales y la seguridad que conseguimos es por tanto, virtual. Completamente irracional, y sin embargo, comprensible, es otra defensa virtual que tomamos: el grupo.

Hablemos del grupo, no como conjunto de personas, si no como ente. ¿Es bueno? ¿Es positivo que haya un ente conformado por varias conciencias que interaccionen entre sí, formando una unidad? Bueno, como todo en esta vida... depende, ¿de qué depende?, de según como se mire, todo depende. Depende en concreto dos aspectos fundamentales: la actitud de los componentes hacia el grupo, y la actitud de los componentes fuera del grupo.

A mi modo de ver, la actitud de los componentes de un grupo nunca debe ser exclusiva hacia los demás. Si hay un grupo, hay gente que tiene derecho a pertenecer a él, y si hay gente que no pertenece al grupo en concreto, que sea por razones de peso. Pero lo más importante, es que si un miembro del grupo quiere mantener una relación, ya sea de amistad o de otra índole, que no se vea impedido por el resto de los miembros. Cada persona, dentro y fuera del grupo, es libre de hacer lo que quiera con el único impedimento de no hacer daño a los demás.

Si un grupo se basa en una serie de complicidades y confianzas que se extienden cual red dentro del mismo, no hay nada de malo en la existencia de este pequeño ente poliantrópico. El grupo sólo es malo si se comporta como un ente elitista y exclusivista, y si los miembros de este grupo tienen restricciones acerca de con quién deben ir y cómo debe comportarse.

Por otro lado, también es importante el comportamiento de los miembros fuera del grupo. La palabra de uno jamás se debe traducir en la palabra del grupo. Cada uno tiene su opinión, y raras veces va a coincidir con la de otro. Por tanto, aunque en un grupo siempre puede haber opiniones, ha de haber matices que diferencien a uno del otro. Fuera del grupo también se puede ver en el comportamiento de un miembro, un sentimiento elitista que se ve respaldado por pertenecer a cierto grupo. Si bien es cierto que verte acogido por un grupo está bien, no creo que sea lo correcto portar como estandarte que nos brinda protección, la pertenencia a un grupo.

En definitiva, aunque este grupo esté formado por buenos amigos, incluso entre los buenos amigos hay que diferenciarse. El individualismo es importante. Sin él, como ya he mencionado anteriormente, caemos en las teorías absolutistas. Debemos usarlo también con medida, pero el individualismo tiene una ventaja en la sociedad. Un individualista no hace bien a nadie, pero el único mal que se hace es a sí mismo. Un grupo fuerte y elitista, puede hacer daño a mucha gente.

Un artista dijo una vez que el arte es la mayor forma de individualismo que existe. Igual que no todos podemos pintar el mismo cuadro, ciertos cuadros se parecerán entre sí y se colgarán en la misma habitación, pero siempre diferenciaremos a Picasso de cualquier otro cubista. Igual deben ser los grupos. Aunque tendamos a juntarnos, jamás hemos de caer en la homogeneidad. La personalidad es algo que debería ser inherente a la persona. No lo abandonemos.

Como dice Aristóteles, "la virtud está en el término medio", y tal cosa debemos hacer. Formemos grupos, pero no tengamos miedo a formar parte en más de uno, y mucho menos tengamos miedo a estar fuera de otros.

Esta entrada se la dedico a mi querida amiga María. Ella pertenece a un grupo muy unido, pero estoy seguro de que sabe que no es un exclusivista, y desde luego ella no se comporta como tal. En ese aspecto cumple a la perfección con la ética eudemonista... felicidades por ello, María... ¡Ah! y por tus recientes 24 años...

martes, 13 de abril de 2010

¿Por qué los más brillantes son los más rechazados?


Tras esta pregunta se esconde la sencilla respuesta que nos han dado nuestros padres a todos aquellos que hemos tenido problemas con nuestros compañeros del colegio: La envidia. He de decir que esta respuesta, a parte de para nada reconfortante, no acaba de convencerme del todo, dado que más que envidia yo lo llamaría: Rechazo natural frente al diferente. ¿Por qué digo rechazo natural al diferente y no hacia el que es mejor, o hacia el más inteligente? Porque, realmente, yo considero que el rechazo de los que nuestros padres bautizan de "envidiosos", tienen simplemente el miedo humano por excelencia: el miedo a lo desconocido.

Si bien es cierto, que generalmente la gente brillante destaca, a parte de por su intelecto, por sus excentricidades, que, ante la gente que como yo, ama todo lo que destaca sobre la masa, es el principal motivo de admiración hacia estas personas. La gente brillante, no solo destacan en rendimiento académico, si no que también destacan en la faceta que una persona de su talla y perfil debe ejercitar con más fruición: las ganas de ser uno mismo. Sin esta faceta, debéis daros cuenta de que los brillantes querrían pertenecer a la masa, y en la masa quedarían ocultos y no destacarían, lo que les haría dejar de ser brillantes. Esto, a gran escala, daría lugar a una sociedad, no sólo completamente monótona y superficial, si no también tangente al fascismo, comunismo, y demás regímenes que defienden la homogeneidad absoluta en la sociedad. Terrible, ¿no?
Por tanto, amigos, acabamos de ver lo mucho que necesitamos de la gente a la que más se martiriza. Desde ese pequeño estudiante con una media que dobla a la de su clase, hasta ese trabajador estrella de la oficina. Ambos casos, y todos los que se comprenden entre ellos, reciben, generalmente, el maltrato de la sociedad, ya sea con palabras o con las manos. De todas maneras, el aislamiento, mientras no sea voluntario, duele.
No debemos olvidar, sin embargo, que todos a nuestra manera, somos brillantes. Para ser un buen estudiante o un buen trabajador, no hay por qué ser brillantemente inteligente, con ser brillantemente constante vale. Por tanto, jugando con el lenguaje, todos somos brillantes, porque podemos ser brillantemente ingeniosos, graciosos, generosos, comprensivos, humildes...

Aquí va una pregunta interesante: ¿Por qué entonces, si todos somos brillantes a nuestra manera, por qué solo los brillantemente constantes y los brillantemente inteligentes, son los mártires vivientes de la actualidad? A esto le podemos dar dos respuestas, una más simple y aceptada que la otra, que es de cosecha propia.

Esta primera razón es que el ser inteligente, o el ser constante, no es guay, no está de moda. Es fácil de entender. La sociedad se basa en un péndulo, que se puede ver a mayores o menores escalas. En unas generaciones, la intelectualidad y la cultura han estado un un nivel muy valorado, y en otras, no. En algunas edades, se admira al inteligente, en otras, a los que tienen más amistades. Si juntamos el "factor edad" con la el factor de estar en una sociedad en la que una de las personas más buscadas en Google es Paris Hilton, se genera este rechazo.

La razón de cosecha propia es que todos los tipos de "brillantez" constituyen una excentricidad, y la excentricidad es bastante rechazada en la actualidad, lo que pasa, es que las "brillanteces" que tienen que ver con las apariencias y las relaciones sociales, parecen camuflarse mejor en la normalidad de la sociedad, con lo cual parecen menos excéntricas, por tanto menos rechazadas, y por tanto, no sufren el acoso y el maltrato.

No voy a negar que esta entrada se la quiero dedicar la persona más absolutamente brillante que conozco, en sentidos de inteligencia, constancia, exigencia con sigo misma, y de calidad humana: Marta Alonso. Supongo que ella habrá vivido mucho de lo que he contado aquí, y, espero, se vea identificada y esté de acuerdo, con algunas de mis afirmaciones. Pues no hemos de olvidar, que yo veo todo desde un punto de vista subjetivo. A la única persona a la que impongo mi verdad es a mí mismo.

Para terminar esta entrada, quisiera citar a un poeta incomprendido, el autor favorito de Marta, si no me equivoco. Federico García Lorca, homosexual y republicano, con este pensamiento se encontraba a las puertas de un régimen fascista, estandarte de intolerancia. Como veis, es un ejemplo de rechazo, aunque no fuese por su intelecto, del cual le sobraba. En esa cita, escondido bajo el tupido velo del surrealismo, nos da un mensaje acerca del rechazo, y por ello, quería terminar esta entrada con este poema:






El poeta pide a su amor que le escriba.
Amor de mis entrañas, viva muerte
En vano espero tu palabra escrita
Y pienso, con la flor que se marchita,
Que si vivo sin mi quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte.
Ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
La miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas
Tigre y paloma sobre tu cintura
En duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura,
O déjame vivir en mi serena
Noche del alma para siempre oscura.

domingo, 11 de abril de 2010

¿Por qué negamos lo obvio?

Seamos francos. Las cosas nunca permanecen tal y como están, por mucho que en su auge nos empeñemos en pensar que esto puede durar siempre, dado que si permaneciesen así ese auge en realidad no existiría. No existiría el punto más alto de la trayectoria. Existiría un punto a partir del cual todos los puntos siguientes son iguales, y, a la larga, tanta monotonía nos aburriría de tal modo, que la situación caería por su propio peso.
En ciertos casos, sin embargo, nos enfrentamos a recorridos cíclicos (cíclicos pero no redondos, las cosas acostumbran a ser tan irregulares que no podemos asignarle un patrón concreto más allá de "subidas y bajadas") en los cuales se repite el auge cada cierto tiempo.
A estas alturas supongo que os habréis dado cuenta de que estoy hablando de una situación humana muy concreta que es la amistad. He oído más de una vez que los amigos son la familia que nosotros mismos escogemos, sin embargo debo mostrar un cierto desacuerdo con esta hermosa y esperanzadora afirmación. Mi desacuerdo con esto se basa en que los amigos son algo muchísimo más dinámico que la familia. Los amigos que hay a lo largo de una vida son incontables, y todos ellos resultan especiales en su particular e irrepetible forma.
Como he dicho al principio, las cosas nunca duran para siempre, y en la vida, las subidas y bajadas se realizan de forma cíclica pero terriblemente irregular. Sin embargo, se me ocurre ahora una norma de física que podemos aplicar a esto: Newton, el famoso físico, propuso una serie de normas para los péndulos, que nadie el supo negar. Sin embargo, se sabe que hay péndulos que en conjunto no cumplen estas normas. En concreto yo vi uno de tres componentes que era algo completamente caótico, pero cada componente por separado, cumplía las leyes de Newton y así sacamos orden del caos.
Ahora vamos a aplicar esto último a la vida real, solo que a la inversa. Si los componentes del péndulo eran ordenados por separado pero caóticos en conjunto, vamos a buscar componentes que sean caóticos por separado pero ordenados en conjunto. La cuestión es que si bien la gráfica de un amigo aislado es caótica, la del conjunto de amigos acostumbra a ser regular a su manera.
No hay que fijarse tanto para darse cuenta de que siempre hay una amigo que ocupa la posición de colchón para cuando te caes, el que más te hace reir, el que te levanta después de caerte, el que sabe qué es lo que más te gusta, con el que te gusta hablar y mantener debates... Hay un amigo para cada cosa y una cosa para cada amigo, y no acostumbra a haber puestos vacantes, dado que si nos falta alguna, no tardamos en buscarnos un poco de yeso para rellenar el pequeño agujero en el muro de la amistad.
En conclusión, aunque estos diferentes puestos van cambiando de ocupante, siempre hay un funcionario en cada ventanilla. Así encontramos cierto orden en la amistad. Aunque las personas cambien y desaparezcan, siempre encontramos, detrás de ellas, a alguien para que ocupe su puesto.
Un físico griego llamado Heráclito dijo: "Todo fluye, nada es" o "Todo fluye, nada permanece" con sus variantes como: "Nunca te bañarás dos veces en el mismo río", y aunque él se refería a la composición de la materia, es perfectamente aplicable a las relaciones humanas, dado que aunque no sea el mismo agua en el que te estás bañando, el río sigue ahí, y aunque el funcionario no sea el mismo, la ventanilla de información atenderá las mismas necesidades que antes, aunque sea un una forma diferente, al igual que el agua del río puede estar más fría o más templada, pero de todas formas, hidrata. Por tanto, no debemos apresurarnos a negar que una amistad ya no es como antes porque incluso aunque se haya acabado, que es un momento doloroso, hay un segundo funcionario, o una segunda corriente de agua esperando para ocupar su lugar, y la anterior ocupará un río diferente dentro de tí.

sábado, 10 de abril de 2010

¿Por qué vemos series de televisión?

Podríamos darle miles de vueltas a esta pregunta, y nunca llegaríamos a una respuesta concreta. Cada persona ve series por un motivo que, realmente resulta mucho más complicado que el "Para entretenernos" bajo el que maquillamos las verdaderas razones para ver series, películas y leer libros.

Yo, por ejemplo, maquillo bajo esta expresión, mi verdadera razón para ver series. Yo veo series porque, cuando las cosas van mal, siempre puedo recurrir a ver la vida de alguien que me distraiga de la mía. Sorprendente, ¿no?, aunque me guste reírme con las series, aunque me guste pasármelo bien y reírme de los chistes, realmente me gusta ver la vida de gente diferente a mí. Cuando veo una serie, me gusta pensar que, tanto en la vida real como en la serie, todo puede terminar bien, las cosas no se tienen por qué ver tan negras.

Las series también constituyen una de las pruebas de que el ser humano es, por naturaleza, bueno. En las series queremos la felicidad de los personajes, queremos la felicidad de estas personas que, sin existir, nos han acompañado en ciertas ocasiones. Aunque este sentimiento antiegoista sea hacia seres virtuales, es un sentimiento tan puro que me hace preguntarme qué pasaría si viésemos a la gente de alrededor como personajes de ficción. También me hace preguntarme por qué es más difícil sentir esto por los compañeros de clase o del trabajo. Quizá porque sabemos que es completamente imposible que los personajes de la televisión nos hagan daño, y eso les hace más fácil de querer.

Por último, las series nos suelen dar el mensaje de esperanza. Siempre nos gustan las series en las que el personaje principal tiene algún problema que lo separa del resto, y que lo coloca en la más absoluta miseria. ¿Por qué? Porque dentro de nosotros, siempre estará ese chico feo, o paralítico, o huérfano, en definitiva, discriminado por ser diferente. Porque ese chico marginado de nuestro interior se alegra al ver que, aunque sea en una serie, los que son diferentes, tienen derecho también, a un final feliz.

En el deseo de ver series, por tanto, escondemos tanto los principios del Utilitarismo, como los del Hedonismo. Vemos la televisión porque nos da esperanzas y eso nos da un placer que, según la historia que tengamos con la serie, la película o el libro; será más o menos duradero. También vemos la televisión, no por el placer personal, si no porque nos gusta ver felices a los demás, nos gusta la felicidad del resto del mundo, y esa felicidad, nos hace felices a nosotros.