martes, 13 de abril de 2010

¿Por qué los más brillantes son los más rechazados?


Tras esta pregunta se esconde la sencilla respuesta que nos han dado nuestros padres a todos aquellos que hemos tenido problemas con nuestros compañeros del colegio: La envidia. He de decir que esta respuesta, a parte de para nada reconfortante, no acaba de convencerme del todo, dado que más que envidia yo lo llamaría: Rechazo natural frente al diferente. ¿Por qué digo rechazo natural al diferente y no hacia el que es mejor, o hacia el más inteligente? Porque, realmente, yo considero que el rechazo de los que nuestros padres bautizan de "envidiosos", tienen simplemente el miedo humano por excelencia: el miedo a lo desconocido.

Si bien es cierto, que generalmente la gente brillante destaca, a parte de por su intelecto, por sus excentricidades, que, ante la gente que como yo, ama todo lo que destaca sobre la masa, es el principal motivo de admiración hacia estas personas. La gente brillante, no solo destacan en rendimiento académico, si no que también destacan en la faceta que una persona de su talla y perfil debe ejercitar con más fruición: las ganas de ser uno mismo. Sin esta faceta, debéis daros cuenta de que los brillantes querrían pertenecer a la masa, y en la masa quedarían ocultos y no destacarían, lo que les haría dejar de ser brillantes. Esto, a gran escala, daría lugar a una sociedad, no sólo completamente monótona y superficial, si no también tangente al fascismo, comunismo, y demás regímenes que defienden la homogeneidad absoluta en la sociedad. Terrible, ¿no?
Por tanto, amigos, acabamos de ver lo mucho que necesitamos de la gente a la que más se martiriza. Desde ese pequeño estudiante con una media que dobla a la de su clase, hasta ese trabajador estrella de la oficina. Ambos casos, y todos los que se comprenden entre ellos, reciben, generalmente, el maltrato de la sociedad, ya sea con palabras o con las manos. De todas maneras, el aislamiento, mientras no sea voluntario, duele.
No debemos olvidar, sin embargo, que todos a nuestra manera, somos brillantes. Para ser un buen estudiante o un buen trabajador, no hay por qué ser brillantemente inteligente, con ser brillantemente constante vale. Por tanto, jugando con el lenguaje, todos somos brillantes, porque podemos ser brillantemente ingeniosos, graciosos, generosos, comprensivos, humildes...

Aquí va una pregunta interesante: ¿Por qué entonces, si todos somos brillantes a nuestra manera, por qué solo los brillantemente constantes y los brillantemente inteligentes, son los mártires vivientes de la actualidad? A esto le podemos dar dos respuestas, una más simple y aceptada que la otra, que es de cosecha propia.

Esta primera razón es que el ser inteligente, o el ser constante, no es guay, no está de moda. Es fácil de entender. La sociedad se basa en un péndulo, que se puede ver a mayores o menores escalas. En unas generaciones, la intelectualidad y la cultura han estado un un nivel muy valorado, y en otras, no. En algunas edades, se admira al inteligente, en otras, a los que tienen más amistades. Si juntamos el "factor edad" con la el factor de estar en una sociedad en la que una de las personas más buscadas en Google es Paris Hilton, se genera este rechazo.

La razón de cosecha propia es que todos los tipos de "brillantez" constituyen una excentricidad, y la excentricidad es bastante rechazada en la actualidad, lo que pasa, es que las "brillanteces" que tienen que ver con las apariencias y las relaciones sociales, parecen camuflarse mejor en la normalidad de la sociedad, con lo cual parecen menos excéntricas, por tanto menos rechazadas, y por tanto, no sufren el acoso y el maltrato.

No voy a negar que esta entrada se la quiero dedicar la persona más absolutamente brillante que conozco, en sentidos de inteligencia, constancia, exigencia con sigo misma, y de calidad humana: Marta Alonso. Supongo que ella habrá vivido mucho de lo que he contado aquí, y, espero, se vea identificada y esté de acuerdo, con algunas de mis afirmaciones. Pues no hemos de olvidar, que yo veo todo desde un punto de vista subjetivo. A la única persona a la que impongo mi verdad es a mí mismo.

Para terminar esta entrada, quisiera citar a un poeta incomprendido, el autor favorito de Marta, si no me equivoco. Federico García Lorca, homosexual y republicano, con este pensamiento se encontraba a las puertas de un régimen fascista, estandarte de intolerancia. Como veis, es un ejemplo de rechazo, aunque no fuese por su intelecto, del cual le sobraba. En esa cita, escondido bajo el tupido velo del surrealismo, nos da un mensaje acerca del rechazo, y por ello, quería terminar esta entrada con este poema:






El poeta pide a su amor que le escriba.
Amor de mis entrañas, viva muerte
En vano espero tu palabra escrita
Y pienso, con la flor que se marchita,
Que si vivo sin mi quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte.
Ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
La miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas
Tigre y paloma sobre tu cintura
En duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura,
O déjame vivir en mi serena
Noche del alma para siempre oscura.

1 comentario:

  1. Jo, gracias. Tienes mucha razón... a veces es muy duro ser "diferente", pero si no lo fuéramos la vida sería muy aburrida.

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