sábado, 30 de abril de 2011

Días raros,

en los que un gran peso se cierne sobre mis hombros. Días raros, en los que los pies pesan al caminar. Días raros, en los que las lágrmas buscan algún motivo para salir corriendo. Días raros, en los que nada de lo que haces te hace encontrate mejor. Días raros, en los que una sonrisa vale oro, porque son escasas, efímeras y el único toque de color que se posa sobre este día gris.

Días solitarios, en los que ninguna compañía parece poder confortar la desazón de tu alma. Días feos, en los que tu imagen en el espejo parece la de un extraño. Días grises, en los que el sol se esconde tímido tras las nubes. Días vagos, en los que es difícil trabajar, aunque fuese para distraerte. Días confusos, en los que las cosas dejan de estar tan claras, y se convierten en un borrón de colores delirantes. Días de miedo, en los que el futuro es terribleme abrumador.

Son días de recuerdos, añoranzas, de tomar decisiones para luego echarse atrás... son días de supervivencia. Simplemente dejarlos pasar, y esperar que mañana se otro día, en los que el recuerdo de una sonrisa, en vez de causarme pena, me tranquilice.

lunes, 25 de abril de 2011

Playas del Mediterráneo y nostalgia de Madrid

En el fondo son todas iguales, y me cansan. Desde hace doce años, vengo aquí casi por imposición, a mi cárcel de inactividad y aburrimiento, dominada por el olor de la sal y el sonido de las olas. ¿Qué tienen de especial las playas, que le gustan a todo el mundo? ¿Por qué eso sí y no el bullicio de la ciudad? Respiro profundamente y recuerdo los sonidos de mi amado Madrid. Recuerdo el metro, el ruido de los coches, la vista de la Gran Vía desde Plaza España, los paseos de la calle Princesa, las intrincadas calles del centro y el cálido sol de la Plaza de Oriente. Lo echo de menos.

El romper de las olas me trae de vuelta. Mis pulmones se llenan de humedad, y puedo volver a oler el salitre de las rocas de los acantilados. Con el libro debajo del brazo, sigo caminando. Cuando llego a playa, me quito las zapatillas y con cuidado las guardo en la mochila. Me subo los bajos de los pantalones y salto a la arena, tocando por primera vez en meses esta arena que me es tan familiar. Sigo andando. Tímidamente, me acerco a la orilla y dejo que las aguas del Mediterráneo acaricien mis pies descalzos, para retroceder, juguetonas, al ritmo de las olas.

Me acuerdo de ti y sonrío. Tu insistencia continua "ve a la playa, aprovecha ya que estás ahí". Vuelvo a sonreír. ¿Qué tiene esto de especial? Llevo viniendo aquí tanto tiempo que me aburre la misma imagen siempre. Las playas abarrotadas, la gente gritando y las ansias de sol... aunque bueno, eso es en julio y en agosto. Ahora no es así. Ahora las playas están desiertas, nadie más que un par de alemanes quiere estar aquí. Yo no quiero estar aquí, pero sigo paseando, con Cien años de soledad abierto por una página que no estoy leyendo. No hago más que mirar al infinito, otear el horizonte, pensando en lo que hay más allá. "Italia", pienso,"antigua tierra de los romanos... un país bello al que un día iré... ¡pero ahora estoy aquí, aburrido!".

Me alejo de la orilla y me siento sin mucho cuidado, dejando que la arena, revoltosa, juegue dentro de mi ropa. Hundo los pies en esa misma arena y miro con cuiriosidad cómo ésta va engulléndolos, como si fuese acabar cubierto entero.

Me concentro y vuelvo a abrir Cien años de soledad para vivir las aventuras de Macondo, en ese increíble mundo de fantasía dominado por los Buendía. Sin embargo, no puedo. Por lejos que esté, por mucho que vuelva a mi cárcel de monotonía e inactividad, aunque ni si quiera sepa dónde está ni qué hace, me acuerdo de unos ojos del color de este mar tranquilo, que, aunque me recuerde al aburrimiento de Alicante, también me recuerda a él.

martes, 12 de abril de 2011

Fácil, simple y sencillo; sobre la belleza de nuestra lengua

El Español, nuestra lengua, tiene muchas matizaciones y distinciones que lo hacen especial. De las más evidentes es la presencia del modo subjuntivo en los verbos, por ejemplo. Parece que no, pero el correcto uso del modo subjuntivo requiere un dominio del idioma bastante notable; dominio que los extranjeros difícilmente llegan a alcanzar.

Sin embargo, me gustaría centrarme en el aspecto semántico de tres palabras en concreto: fácil, simple y sencillo. Son tres palabras que, a simple vista, parecen sinónimos, y de hecho en ciertos contextos lo son. Un ejemplo de ello sería cuando lo aplicamos a una tarea o un deber. Un ejercicio fácil uno simple y otro sencillo, son prácticamente lo mismo.

Por otro lado, estas tres palabras, cuando aplicadas sobre una persona, no sólo obtienen significados completamente diferentes, si no que usar una u otra hace que estés insultando a tal individuo, o que lo estés alagando. Por si no quedáis del todo convencidos, pensad en qué es una persona fácil, una persona sencilla, y una persona simple.

Asombrados, o no, podemos apreciar que realmente los tres significados son muy diferentes. Una persona fácil, podría ser una persona de trato fácil, amable (o algo más turbio en el caso de una mujer); una persona sencilla es alguien humilde, cualidad deseseable por todos, si no me equivoco; y por último, una persona simple, es un tontorrón, alguien falto de luces... la palabra es un eufemismo para imbécil, en definitiva.

Sin más divagaciones, llegamos a la siguiente conclusión. El Español, como toda lengua bella, tiene sus complicaciones que la hacen especial, y como con toda lengua bella, hay que tener especial cuiadado. El Español hay que mimarlo, cultivarlo y usarlo con cuidado, ya que si te descuidas, puedes estar ofendiendo una persona si usas incorréctamente dos "sinónimos".

domingo, 10 de abril de 2011

"De spe memoriaque"

Es curioso. En el momento, perdí la esperanza. Me dije: "Ya está, Pablo, se acabó. Hasta aquí hemos llegado". Ahora, y desde entonces, me he ido olvidando de esa deliberada rendición, y la esperanza vuelve paulatinamente a surgir.

Es curioso. Quizá sea la espontaneidad del momento, la impresión que causaron en mí esas palabras, por lo que decidí rendirme... y ahora, sin embargo, escucho esas palabras repitiéndose en mi cabeza y pienso: "Bueno, ¿y qué? ¿Vas a rendirte ahora después de todo lo que has conseguido?... No". Al fin y al cabo, ahora es un eco débil, que parece muy pequeño en comparación con mi fuerza de voluntad. No es, como fue, el continuo repiqueteo de un martillo contra mi cabeza, que parecía decir no una y otra vez.

Sí, definitivamente es curioso... es posible que el recuerdo de esas palabras haga que parezcan menos graves que la primera vez que las oí, y de hecho, ya no parece tan grave... porque he decidido no rendirme. He decidido seguir adelante, y he decidido levantarme cada vez que me caiga.

De spe memoriaque... sobre la esperanza y el recuerdo. Quizá ambas vayan parejas... ya que perdí la esperanza en el momento, y la recuperé con el recuerdo.

sábado, 9 de abril de 2011

Ganas de gritar

Ganas de gritar al mundo, dejar que mi voz, en un desgarrador aullido, se extienda por el mundo acompañada por los cuatro vientos. Y ya está. No necesito más... soy un ser humano, y a veces necesito explotar para poder reconstruirme de nuevo.