viernes, 16 de julio de 2010

Cenizas de una hoguera; olor a campamento.

Campamento es el peso de la mochila sobre los hombros; el respirar el polvo levantado por tus pies; el dormir incómodo por las ramas que hay debajo de la tienda y levantarte a las ocho de la mañana para cantar en el acto de banderas. Campamento es estar con un grupo de personas que te levantan cuando te caes por el peso de tu mochila; llenar los pulmones de aire puro y con olor a pino; fingir que duermes cuando los monitores pasan delante de tu tienda y volver a hablar con tus amigos cuando se han ido; y arrastrarte legañoso para cantar la parodia que has hecho con tus amigos del himno del campamento.

Campamento no es dificultad, es reto. Campamento no es incomodidad, es naturalidad. Campamento no es aburrimiento, es una risa continuada.

Sabes que estás en un campamento cuando en las comidas te da igual la calidad del alimento, porque lo que importa es la calidad de la conversación; cuando en una marcha lo importante no es el dolor punzante de tus ampollas, sino lo alto que cantes para animar tu alma; cuando en las duchas no importa lo fría que esté el agua, sino el ritmo con el que bailes las canciones que ponen los monitores.

Por último, no quieres irte del campamento cuando comprendes que no vas a estar mejor con tus compañeros en ningún otro sitio; cuando un niño pequeño se te acerca a pedirte ayuda; cuando un monitor te despierta tirándose encima tuya y tú tienes confianza para forcejear con él; cuando comprendes que te da igual el estar sucio a los diez minutos de haberte duchado, porque cambiarías todo lo que tienes en tu casa por llevar orgulloso tu pañoleta.

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