lunes, 16 de mayo de 2011

¡Expecto patronum!

Frío. Oscuridad. Empiezo a temblar. Noto una horrible presencia. Una presencia que me sigue, me acosa, me hiere el alma. Duele, quema, y al mismo tiempo hiela. Lo siento por todas partes, y no hay ninguna salida por la que escapar. La angustia me llena, y es entonces cuando siento una siniestra mano que me roza el corazón, como tanteando, para acabar aferrándose hasta él, helando toda la sangre de mi cuerpo.

Me siento morir, parece que ya no me queda nada por lo que luchar, y entonces recuerdo. Recuerdo. Como con un fogonazo, mi memoria se ilumina con la luz naranja de una tímida farola de la noche madrileña. Una leve brisa mueve el agua del estanque, y un escalofrío que nada tiene que ver con el frío recorre mi piel. Recuerdo. Recuerdo el tímido avanzar de mis palabras, que se atropellan al llegar a mi lengua, para escapar con un leve balbuceo. Recuerdo el olor de la cerveza que había entre nosotros, y el gracioso tintineo que hizo al tambalearse sobre el granito. Recuerdo la peligrosa naturalidad de una cabellera morena y rizada, y el indefinible matiz gris de esos ojos, entonces fijos en mí. Recuerdo, por último la tímida sonrisa que me dijo: sí, ahora... es ahora. Ya sólo tengo el recuerdo de cómo cerré los ojos, y una explosión surgió del latido de mi corazón.

Siento esa misma explosión ahora, acompañada de un estallido de luz azul plateada, que se escapa con una elegancia felina, y huye acosando al agente de mi angustia. Sonrío. Suspiro. Cierro los ojos, tranquilo. Ya se ha ido. Ya ninguna garra oprime mi corazón. El artificio engendrado por mi creativo y cruel inconsciente se ha ido. Ya no queda nada de lo que temer. La realidad vuelve a tener cierta claridad, retirado el paranoico velo que me cubría, todo parece mucho menos grave. Todo parece mucho más tranquilo. Todo es mucho mejor. Sonrío otra vez, y pienso en que estaré protegido mientras tenga este patronus. Mi patronus.

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